lunes

ropa debajo


Y entonces mamá dijo que no, que el verano no volvía.
Que de acá en más, y cada vez peor,
 sería todo una desgracia arrutinada,
 maliciosamente coherente.
 Que después vendrá, pero ya no.
 Y saltó a guardar la ropa,
que sin gritar se mojaba, y
 nos dejó con su discurso
y nosotros sin amparo,
porque ya llovía, y era marzo, entonces,
nunca más la placidez de saber que la estación
          son dos brazos abiertos con los que volamos y vamos directamente al sol,
 y si no vamos, no importa, 
flota por allá 
la nube tibia del consuelo.
Pero el otoño es algo así como el abismo,
parece decir mientras pliega la ropa, mientras cobarde se calla.
Un abismo negro y sórdido donde aunque ya pasamos
tantos todavía no sabemos nadar, o nos parece que no
o nos queremos hacer los que no
y vení, ayudanos, nos parece decir
porque solos no
   y llueve.