sábado

el ataque


Me atacó la blancura en el fondo de la mente. Quizás nades entre los albores de los sueños. ¿Cómo descifrar el nombre que se esconde detrás de todos los nombres que se piensan?


Luego me sucumbió un temblor desde la punta de los pies hasta los tobillos. Similar, pienso en un instante muy denso, al espasmo que me producía el verte recorriendo los intersticios de mí que me ocupé de ocultar tras años de trabajos internos.


Me atareó la idea de crearte otra vez para encontrar en tu nueva forma las faltas fatales que llevaba la primera: en especial, el rasgo indiscutible de la ausencia. Para rellenar tu vacío en el mullido sillón, basta que no exista tal nada. Así de conformes se han sucedido las cosas: así resultás de entre todas mis preocupaciones, la más solventable. La menos.


El carácter relampagueante de mis letras no debe asustarte: ni yo descifro los mensajes que desde la extraña catarata que me avasalla, intento codificar en suaves dosis lingüísticas. Parecen, te recuerdo, el movimiento siniestro de la cortina cuyo origen nunca fuimos capaces de descifrar - en la importancia atribuida está todo -

Después de eternas consultas inconexas, toda recomendación se resume a que deje de escribirte, porque diseñar extraños textos con el cuerpo ha dejado resquicios en mi mentalidad que no podré reparar ni con grandes dosis de pastillas, ni con tratamientos externos, ni con el olvido siquiera. Ahí es donde tomarte otra vez no resulta fácil: tendré que matarme primero.

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