martes

etapas

todo nos parecía enorme. sanguinario, trágico hasta el pescuezo, extremo, colorido, proveniente de un lugar que parecía desconocido, los sentidos agudizados en un sonido imperceptible (todos los sentidos).



llorábamos sin quererlo al tener sexo porque sentíamos que las manos del otro eran cuchillos sacándonos la piel de a trozos grandes y cuadrados, y reíamos cuando un hombre moría en plena calle, porque pensábamos que era un show de payasos. con narices rojas y pies grandes como aletas, saltando entusiasmados para ganar plata en un semáforo. las manzanas parecían cocodrilos y las comíamos con culpa pensando que faltábamos a las leyes de la naturaleza, pero eran nuestras preferidas, después de los elefantes que nos parecían chocolates amargos y calientes.



los escalofríos venían con el calor del mediodía porque los icebergs siempre se asomaban de noche, cuando el mar ondeaba en olas gigantes y nos bajaba la presión bruscamente. las flores que nos brotaban cuando nos golpeábamos las usábamos después para decorar las fiestas de fiebre, en las que el afectado bailaba liviano y seco, y parecía un enano sobre todo si era un niño.



teníamos cierto fanatismo hacia lo imaginario. luego despertamos, y nuestras madres ya tenían preparada la cena, cuya forma era la de un recuerdo lejano con el que jugábamos en los atardeceres de verano.



cuanto menos de verano, mejor

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