una fragmentación ideal para no tener que elegir qué parte
del cuerpo destrozar. las armas son regaladas a todos los hombres, algunas
mujeres dispersas, una vieja que tose, la música como las doce constantes, en
compás regular, sobre los hombros, desde la montaña. cada uno elije una víctima
sin saber elegir, porque sí, se suma una orquesta como de pájaros y elefantes,
un chillido de amor espantado que huye hacia nosotros. los disparos se efectúan
en ceremonia sublime, todos los hombres - ninguna mujer, ningún niño - caen en
su coreografía pintoresca en la tierra seca, levantan el polvo, y aunque suenan
tan fuerte sus impactos la orquesta no amaina su fuerza, es más, cada vez más,
cada vez más violenta, el sonido de los colores, un crepúsculo en compás con el
universo. Sólo eligieron una parte, unos los brazos, otros las piernas, los
dedos de los pies, todo descolorido por el sol, ahora, casi putrefacto,
hirviendo en la cáscara del suelo. Suficiente debilidad para que cualquier
golpe dé igual. Y atrás la orquesta, una vez, un trueno, la estampida, los
asesinos paralizados, una fragmentación ideal para el foco constante de los
animales, que ya van, que bajan de la colina, una bola de nieve más, cada vez
más rápida, como un bombo que marca el tiempo de la caída al precipicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario