domingo

fiebre



En un paisaje tosco y febril, como de ensueños intercalados con sórdidos realismos - la voz táctil al oído dormido, la caricia sutil de un gato - tomás de entre piedras húmedas una rama insípida que no tiene mensaje. Se moldea a tu mano más allá de la dinámica del viento que esparce las plantas que atacan tu cuerpo sin piedad ni cataclismos, y todo entre ustedes no es más que una sola forma. Robusta y auténtica entre la agonía de todo lo que pervive.

Se ensamblan en un instante tus dedos con el contorno que ya está cayendo ante el crepúsculo amenazante. Y tarareás tímido un mensaje ininteligible, que nadie escucha porque el mundo se ha vuelto sordo y hostil a tus pasos humildes. A tus descubrimientos infantiles como de película que se olvida después.


Perviven, y ahora es la rama la que te toca, te posee y ya tus manos son de ella, todos sus enigmas, sus trasfondos desimaginados. Tu debilidad se refleja en el temblor inevitable de tus piernas tan pequeñas, de tu voz pobre y sin idioma, de todo tu torso ya desnudo y pernoctante. Ella es la rama que ha descifrado tu mensaje, ese que nunca habrías podido descifrar en ella.

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