domingo

pequeñas turbaciones




Así funcionan: los féminos gestos son indiferenciables entre sí. Pero desprenden una realidad interna que avasalla la externa rotundamente.

Si usted, mujer, gesticula, el mundo se paraliza sin que lo advierta. Si yo, mujer, gesticulo, tengo plena noción de mis ojos - mirar con los ojos, saber lo que están haciendo, es una tarea fascinante, tan onírica como un beso invisible - y puedo capturar lo que quiero, yo dueña y señora de todo el tiempo. De la temporalidad de los otros.

Cállese porque todo está brotando. Sin que lo sepa, usted está dibujando cada tiniebla. Y domina al mundo con el movimiento sutil de sus dedos mientras intenta acercarse al sol. olvídese del invierno y de sus ojos florecerá el impío desierto de las flores: un despliegue tácito de colores incoherentes, pero todos en correspondencia con su deseo. Lánguido, febril, ominoso, su perfil en la sombra.

La reverdad sobre la verdad es evidente. Aún desde una posición secundaria, usted avasalla las percepciones. Yo, mujer, repítase, soy lozana y parricida. Heme entre mi desconsuelo, entre un dolor abdominal enfocado en el centro, sobre mi espalda desencajada. Y lloro para siempre aún sin saberlo. Aunque la acción de llorar parezca pobre: usted no sabe lo que callo cuando una correntada se libera a través de mis largas pupilas negras: ya lo ha dicho, ha tomado su voz.

Usted, mujer, ahora está hablando en mí. Soy mujer sobre mi cuerpo, en mi cuerpo, atravesando los ventanales que me separan de los fétidos cadáveres del invierno, y sin nombre ando, porque la noción de mis ojos puede ser de todas las mujeres - usted y yo enfocamos el pensamiento en la mirada, para hacer temblar al mundo en pequeñas turbaciones indescifrables, y ahora lo sabe -

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